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  Decenas de policías persiguen a grupos de manifestantes que exigen que el presidente Mubarak deje el poder. / Reuters

Egipto vivió ayer bajo el toque de queda y con el Ejército desplegado por las calles, como colofón de una jornada de protestas políticas que se extendieron por todo el país y que causaron cinco muertos y centenares de heridos.
La medida de excepción, la primera que se conoce en la reciente historia del país, entró en vigor, hasta nuevo aviso, a las 18,00 hora local y tenía previsto terminar a las 07,00 hora local y afectó solo al Gran Cairo y las ciudades de Alejandría y Suez.
El comunicado en el que se dio a conocer la norma explicó que «algunas provincias han sido escenario de acciones de violencia, infracciones a la ley, saqueo, incendio, destrucción y ataques a las propiedades públicas y privadas».
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, en calidad de gobernador militar, emplazó también a las Fuerzas Armadas a colaborar con la Policía para «cumplir con esta resolución y mantener la seguridad», según el escrito.
De esta forma, a primeras horas de la tarde, tanquetas del Ejército comenzaron a circular por las avenidas que transcurren junto al Nilo en El Cairo, donde los ciudadanos aclamaron al Ejército, un trato distinto al que durante todo el día recibió la Policía.
Hasta las 22,00 hora local, el presidente Mubarak no había aparecido en público ni ninguno de sus ministros ni altos funcionarios, a pesar de que, por primera vez en 30 años, está en juego su continuidad en el poder.
Los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes, que estallaron el pasado martes al calor de las protestas de Túnez, se reanudaron a mediodía de ayer cuando miles de ciudadanos salieron de las mezquitas tras la oración musulmana del viernes y ocuparon las calles exigiendo a Mubarak que renuncie.
A primera hora de la mañana se cortaron las comunicaciones por teléfono y por internet, que han sido esenciales para articular las movilizaciones previas, en los que decenas de miles de egipcios salieron a la calle con el objetivo de conquistar la céntrica plaza de Tahrir, sitiada por la Policía.
Los enfrentamientos se fueron recrudeciendo a lo largo del día y la Policía bloqueó el paso de los manifestantes con gases lacrimógenos, chorros de agua y balas de goma. De hecho, tres personas murieron supuestamente por haber recibido disparos a corta distancia con balas de goma y otras 120 resultaron heridas. Se desconocen las circunstancias del fallecimiento de otras dos personas que, según Al Yazira, perecieron en las protestas, en las que las fuerzas del orden detuvieron al menos a 300 personas.
Los enfrentamientos más violentos tuvieron lugar en el centro de la ciudad, donde los opositores a Mubarak quemaron contenedores de basura, neumáticos y varios coches hasta que obligaron a la Policía a retirarse de la plaza de Tahrir.
En plena refriega, los manifestantes esquivaban el ataque de la Policía refugiándose en los portales, donde los socorrían los habitantes de los edificios, que repartían agua y paños con vinagre para atenuar el efecto de los gases lacrimógenos. «Estoy en estado de shock viendo cómo resulta herida la gente y cómo actúan los agentes», relató Omar: «Con estas protestas hemos demostrado que saldremos a la calle cada vez que algo no nos guste», aseguró.
La televisión pública mostró también imágenes de un incendio en la sede del Partido Nacional Democrático de Mubarak y cerca del Museo Egipcio de El Cairo, así como escenas de pillaje en edificios no identificados del país.
En una de las protestas, las autoridades retuvieron al dirigente de la oposición y premio Nobel de la paz Mohamed El Baradei, que poco después fue liberado y se unió a otra de las protestas.
En una entrevista concedida al diario británico The Guardian, el político consideró que el régimen de Mubarak «está en las últimas» y reclamó a la comunidad internacional que no se quede callada ante la situación del país.

El fin de la herencia del poder.- El levantamiento popular de los ciudadanos egipcios ha terminado con las aspiraciones del presidente Mubarak de entregar la jefatura del Estado a su hijo Gamal. Las manifestaciones de protesta contra el régimen egipcio, calificadas como un levantamiento popular, han puesto fin a la posibilidad de que el presidente, Hosni Mubarak, pueda entregar el poder a su hijo Gamal, según coinciden varios analistas políticos.
«Creo que el levantamiento popular ha puesto fin, en un 90 por ciento, a la llegada de Gamal Mubarak al poder», aseguró Refat el Sayed Ahmed, director del centro de estudios políticos Yafa.
El propio mandatario no se ha pronunciado nunca sobre su posible sucesor ni sobre si se presentará o no a las elecciones presidenciales de septiembre próximo, pero en los medios políticos se considera a su hijo menor, Gamal, como uno de los más firmes candidatos.
A pesar de que ni Mubarak ni su vástago han hablado abiertamente de la sucesión a la Presidencia del país, «las presiones y la insistencia en hacer heredar el poder» han causado «esta explosión popular», según Ahmed.
Uno de los frutos de las protestas puede ser que el presidente efectúe reformas en las leyes electorales para que se permita la elección de una persona de su propio régimen, agregó.
Otras consecuencias pueden ser la formación de un Gobierno de «socorro nacional», que represente a todas las tendencias políticas, y la disolución del Parlamento, que fue elegido en unos comicios disputados en noviembre y diciembre plagados de denuncias de fraude, adelanta Ahmed.
Por su parte, otro comentarista egipcio de relieve internacional, Mohamed Salah, cree que el régimen, representado en el Gobierno y en el Partido Nacional Democrático (PND), está totalmente ausente de los sucesos y no quiere entender «el estado de ira en el que se encuentra el pueblo». Y es que, hasta el moment

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